Mis padres han accedido por fin a que mi abuela
traiga a casa una amiga suya. Agarrándome frágilmente de los hombres, mi padre
me sienta al lado de la señora que advierto como olor a velas quemadas. Ella
pone su mano sobre la mía, al tiempo que noto la de mi madre sobre mi otra mano.
Pero noto más manos que no me tocan, se tocan entre sí, se unen, se sellan.
Hasta yo puedo sentir la tensión del círculo, como cuando el viento choca
contra un conjunto de edificios sin poder escapar.
Lo siento, puedo hablar. Por fin, después de tanto
tiempo en silencio puedo hablar.
“Mama, papa,
abu, quiero que sepáis que os quiero.” Esa no es mi voz. Es mi voz dentro
de otra voz. Suena a mí, pero no es el mismo tono. “Os quiero mucho, mucho, mucho” Temía no poder volver a hablar con
ellos. “Gracias por ser mi familia.”
Mi madre empieza a llorar otra vez. “Se
que sabéis que no estoy muerta”. Es la anciana. La anciana que me coge de
la mano aún más fuerte es la que esta hablando. Ella soy yo. Desde sus ojos
puedo ver con claridad a mi madre mirarme con los ojos empantanados, a mi padre
muy atento y a mi abuela también sollozando. “Estoy muy viva. Quiero que sepáis que en realidad estoy dormida”.
Muchos sucesos pueden pasar por nuestro lado como un
tren en sentido contrario y no darnos cuenta. Nuestra vista ve, nuestra mente olvida
y nuestro subconsciente va guardando cositas en cajones. Daríamos lo que fuese
por poder extraer lo que quisiéramos de esos cajones en el momento en que lo
necesitásemos. ¿Y si yo os dijera que tengo acceso directo a todos esos
archivos, aquí en mi mundo? Está a oscuras, pero no da miedo. El único problema
que tengo es no poder expresarlo.
Cuando soñamos, nuestro ‘yo dormido’ corretea como
un duende por todos los cajones del subconsciente y al despertar no recordamos
que desorden puede haber generado ahí dentro.
Ahora tengo toda la vida para ordenar mis muebles
interiores.
El tiempo aquí es infinito, justo como uno se
imagina. Llevo mucho tiempo revisando archivos, y contemplándolos con
nostalgia. Muchos de estos recuerdos son como joyas de un tesoro, brillan mucho
más aquí que en el momento en que fueron vividos.
Ya casi no recuerdo a mi familia, no tengo muchas
ganas de volver a contactar con el mundo exterior. Mis episodios de
sonambulismo acabaron hace mucho tiempo y no se porque, pero no me preocupa. Ni
siquiera se si estoy tumbada en mi cama y hace tiempo que dejé de percibir
señales del mundo exterior.
Sé que no estoy muerta, sé que sigo dormida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario